29 enero, 2008

Para que aprendas

Vengo impactado por el título de una exposición que no he visto, y que probablemente jamás veré. Desde el Esteban Vicente de Segovia, cincuenta y siete artistas nos gritan su compromiso con la humildad y con la actitud del que sigue de ida cuando se le supone que ya debería andar de vuelta. Parece que está basado en un homónimo dibujo de Goya. Y se llama Aún aprendo.

Me parece un gran título, un gran concepto, y una gran verdad. Y sobre todo, me hace pensar en los demás mortales. En los que ni somos artistas ni humildes ni de ida ni de vuelta ni nada de nada.
Mírate a los ojos. Y contéstate. Hace cuánto que no aprendes. Pero aprender de verdad. No conocer. Ni informarte ni leer ni memorizar ni siquiera estudiar. Aprender, con A de boca abierta. Aprender, con A de un Antes y un después.
Debería darnos vergüenza. Jamás en la historia ha habido una civilización con tantas posibilidades de acceso a todo tipo de información. Y paradójicamente, jamás ha estado tan poco formada.

Hablo de formación, sí. Construir criterio. Muscular inquietudes. Enriquecer un punto de vista, mejor o peor argumentado, pero que sea tuyo. Creo firmemente que jamás se ha dado un empobrecimiento tan acelerado en los niveles de curiosidad. No hablo de los chavales. Hablo de nosotros.

A casi nadie le preocupa ya seguir aprendiendo. Parece que, cuando todo está al alcance, sufrimos de la peor de las procrastinaciones, que es la de las ideas propias. Da la sensación de que a medida que Wikipedia crece, la cultura individual se va al carajo.

Supongo que es lógico, ya que nuestra educación, durante años, ha consistido en no hacer jamás preguntas en clase, limitarse a almacenar unos apuntes en memoria RAM, vomitarlos calcaditos el día de examen, y olvidarlos en cuanto apruebes. Esa es la realidad educativa de este país. Lo sé porque la he disfrutado como alumno. Lo sé porque la sigo sufriendo como profesor.
Algo pasa cuando nos creemos que la inquietud es una cosa que se cura con fármacos. Algo ocurre cuando hemos sustituido libros por canales, capítulos por programas, páginas por episodios, tapa dura por plasma o LCD.

Entretienen más. Ocupan menos. Exigen muchísimo menos. Enseñan qué. Al igual que muchos autores han confundido erudición con aburrimiento y siguen infestando librerías enteras de páginas infumables, otros tantos productores hace tiempo que olvidaron que entretener no es incompatible con formar, y que los documentales sólo se ven si los ponen a la hora de la siesta.

Es verdad, también existen los masters, postgrados, cursos, cursillos y seminarios. De cuáles quieres que hablemos primero. De los que vas porque que te los paga la empresa, de los que vas sólo para conocer a gente, de los que te apuntas para colgarte del título, o de los que vas porque algo hay que hacer.

Al final, como últimos reductos de aprendizaje, siguen los de siempre, el error, el fracaso, la experiencia, el dolor y la pérdida. Poco más.
Si tienes los suficientes años, igual tuviste el honor de conocer a Petete. Un pingüino verde y amarillo que sólo hablaba en presencia de chicas fáciles de mirar y que, pese a su ridícula apariencia, se esforzaba por hablar en televisión de un libro cuya única cualidad que ha trascendido es que era gordo.

Qué triste si hoy levantara la cabeza. Ni el libro gordo te enseña. Ni el libro gordo entretiene. Ni yo te digo contento. Hasta la semana que viene.

Autor Risto Mejide extraidao del diario ADN

1 Internautas dijeron....:

Andran dijo...

Estoy de acuerdo en parte de su argumento, aunque no en todo. Es cierto que actualmente con las posibilidades de aprender que tiene la gente, prefieren no cuestionarse las cosas, no pensar sobre ellas (es la opción más fácil).

Es mucho más divertido ver un programa de telebasura, o un partido de futbol, a sentarse con cuatro amigos a analizar la situación política o económica del país.

Por eso dedico una gran parte de mi tiempo, a mantener este blog, que recoge MI punto de vista de las cosas. A leer todo aquello que cae en mis manos, o a empaparme de la ingente cantidad de información que hay en la red de redes.

Y todo para que al final la gente se cuestione si no serás un bicho raro por no gustarte lo que le gusta a la mayoría. Aunque lo que le guste a la mayoría sea una basura.